La lucha por ser el mejor bailando, establecida desde que nació el tango, sigue existiendo. “Los orilleros” la empezaron, la continuaron los que han venido detrás y no se extinguirá nunca, porque es una de las bases fundamentales de la superación de la danza. Es algo congénito del tango, porque cada uno lo interpreta a su manera y lo define de acuerdo a su sentir.
Es el incentivo permanente que obliga a los que danzan a mostrarse en un plano de permanente superación.
Porque el bailarín de tangos siempre cree que la danza que muestra es la mejor. Esa egolatría congénita que el 2x4 o 4x8 le transmite. Así llama fantasía al tango suelto, denomina “canyengue” al exagerar y amontonar figuras y califica de “orillero” hacer movimientos antológicos que nos legó la antigüedad de la danza, “salón” es un tango liso, sin arrequives, ni adornos, caminando con elegancia, llevando ritmo y compás con exactitud milimétrica.
Un buen bailarín transita por todos los estilos y crea nuevas modalidades. EXPRESION
Porque al bailar los porteños un tango, le agregamos ese decir misterioso, que nos transmite Buenos Aires, es un aire diferente, es un halo de danza personal, al igual que en el idioma: esa entonación o gracejo al hablar, esa modulación en la voz, que nos define, nos ubica y nos determina la latitud en que hemos nacido.
A los movimientos les damos una expresión diferente, tan nuestra, que al observarlos podemos determinar, con exactitud, sin temor a ningún equívoco, quién baila como nativo de la ciudad y quién no.
Carlos Alberto Estévez (Petróleo)
No me explico el impulso que lleva al hombre a bailar y porque lo hace, sin ninguna recompensa material. Aún no ha sido explicado y es posible que el punto de vista que encara el bailarín, para enfocar el asunto, sea el de divertirse, otros por oír música, otra la conquista, y un sin fin de objetivos que quiere alcanzar el hombre que se dedica a la danza.
Al principio lo toma así, pero al tiempo la danza empieza a ocupar un lugar en el que lo obliga a perfeccionarse, para agradar a los que lo miran y la música ocupa todo su ser y tiene que bailar y hacerlo bien.
Entonces se la ocurre la idea de bailar bien y busca a los mejores profesores o maestros del género para alcanzar ese menester, empieza a ensayar con frecuencia. A practicar sostenidamente. A tratar de llegar al fondo de la danza, pero no hay nada que hacer, jamás llegará a ser un buen bailarín. No puede aprender y otros, que los dioses le otorgaron todas las condiciones naturales para ser el mejor bailarín, no tienen en si la llama de la ambición y no quieren mostrarse nunca, salvo raras veces cuando su indolencia se deja vencer por el orgullo y muestra su real capacidad que deslumbra o resplandece.
Lástima grande para la danza que pierde sus mejores a insuperables gestores.
Cuando un movimiento se gastó, es decir se usó mucho, se modificó, se cambió, se refundió, se disfrazó, se hizo los¡¡, cuando cumplió su ciclo, hay que dejarlo aún lado y crear uno que lo sustituya en toda su extensión para suplir al anterior. Los movimientos son la vida de la danza, hay que renovarlos constantemente para alegría de los ojos que lo ven, así e1 ego del bailarín se justifica, en la creación y logra la superación ansiada o deseada.
La danza como las ideas, son de aquel que las sabe manejar. El estilo es una cosa netamente personal, lo define un sello inconfundible que lo determina. Es la línea que traza las formas reales y exactas, el modo peculiar de cada uno.
Carlos Alberto Estevez (Petroleo)