El Tango según Petroleo

El Tango según Petroleo (35)

Sábado, 17 Diciembre 2011 15:41

El Cachafaz

 

(Jose Ovidio Bianquet – Año 1910)

Discutido en el recuerdo por su coreografía creativa y pintoresca. Su empilche “dubute” de corte milonguero. Su “trucha” picada de viruelas. Sus “minas” con el decir de arrabal. Es más o menos el retrato de este extraordinario bailarín de tangos. Que compitió con los ases de la orilla, los inventores de la danza, y con los que vinieron después; Elías Alippi, el flaco Alfredo, J. C. Herrera y otros que la memoria no recuerda.
En el año quince, se prende en una topada en el “Parisien” con el famoso “Lecherito Ain” el que después baila ante el Papa S.S. Pio X, y lo derrota, así era el tango, había que mostrarlo y hacerlo competitivo.
En el veinte aparece otro monstruo del dos por cuatro, que abandona su Avellaneda y se nos viene para el centro. Pero es de otra línea de tango, le decían el “Mocho”. Con él no llega a enfrentarse, pero sí con el “Gallego” Méndez, la pulseada es en “Lido” allá por el año treinta, pero esta vez le toca perder nada menos que con el rey del canyengue, había que aceptarlo, los bailarines cumplen su ciclo, no se pueden perpetuar.
Unos años antes había derrotado al Pardo Santillán en la milonga habiéndose apropiado por gravitación propia de la corona de la universidad del tango.
¿Era su danza la mejor, me pregunto al recuerdo? Trayendo su coreografía a mi retina para mostrarlo: esa “Corrida medida” esa “Media Luna” exacta, ese repiquetear compadrón, ese deslizamiento con un pie arrastrando el otro y ese compás impecable, no era complicado en el decir pero si seguro en la transmisión.
Pero el tango era así, no se había inventado el neo, ese con movimientos diferentes a los primitivos, ese que empezó alrededor del año cuarenta. Sin embargo, el cargo con la responsabilidad de eternizarlo, de llevarlo a las tablas, de mostrarlo en el mundo, luchando a brazo partido con los enemigos encarnizados del tango, que en aquellos años había muchos.
Era un bailarín autodidacta, era un creador inmutativo, se dedicó con todas sus fuerzas, al mandato interior, nació, vivió y murió para bailar.
Le debemos la leyenda y el sueño del firulete y la ilusión de algún día poder superarlo.
GLOSARIO:
Debute: excelente, muy bien.
Trucha: cara.
Mina: mujer.
Milonga: baile, local donde se baila.
Corrida: figura de tango, se avanza con ambos pies
en zigzag, alternando los ángulos, entrando y saliendo.
Media luna: coreografía de tango, que describe la forma de una media luna.
Lido: confitería, balneario que se danzaba.


Carlos A. Estévez (Petroleo)

 

 

 

Qué bailarín con mayúscula en la expresión tanguera del año cuarenta, cuando danzaba con la infinita elegancia del decir y la plasticidad de sus movimientos exactos. Lástima grande que no dejó nada filmado al respecto. Porque no se puede transmitir en la suprema constelación del tango, la manera y la forma de comunicar las sensaciones secretas de la danza, sin sentir la emoción íntima, que sobrecoge al espectador, ante el mensaje perfecto.
Los ojos que la miraban sus órbitas se dilataban. Viendo sublimadas las formas exquisitas, sin perder detalle, de sus ajuste y equilibrio, en la armonía real de los movimientos. La piel se erizaba al seguir el curso de su deslizamiento, que se trocaba, ora en sueños ora en mensajes, describiendo con exactitud matemática, los arabescos que le dictaba su imaginación, al compás y ritmo perfectos de la música que danzaba, superando con el mensaje coreográfico, la concepción M decir del tango.
Qué bailarín que emocionaba, por la manera de expresarse, porque era tan simple, tan sencilla, tan comunicativa, que en las formas del decir eran perfectas.
Por eso la sensación que recibía el espectador, era tan fuerte que no se podía sobrecoger, en la emoción del mensaje que veía y tenía que estallar en el aplauso, único premio, que podría brindarle.
Al hacer viajar la imaginación por las estrellas, para ganar altura, para buscar formas superiores, en la concepción de la danza y alejarse de la tierra o sea de la realidad, después con las nuevas formas descubiertas y el sueño hecho vivienda, para mostrarla a los terráqueos, lo que es el decir de los astros y las formas de los movimientos celestes, transportados para materializarlos a nuestros ojos.
Así era la danza que ejecutaba este gran bailarín, que se expresaba con mucha altura, usando movimientos simples y perfectos, comunicando todas las sanciones habidas, hasta llegar delicadamente a la emoción.
Su danza tenía la belleza serena y transmitía sublimidades exquisitas.
En vida se llamó José Orradre, se fue (Q.E.P.D.)
Fue el bailarín que tuvo Juan D’Arienzo, aquella noche de diciembre, que llovía a cántaros, entró en coma y no salió.


Carlos Alberto Estévez (PETROLEO)

 

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