Ahora que las grandes orquestas del tango están desintegradas y esos conjuntos que antes se utilizaban para bailar desaparecieron, ahora los que existen tienen costos tan elevados que es imposible controlarlos, por eso los empresarios que dan baile tienen que recurrir al disco para cubrir la falta de estas agrupaciones y por ende de abaratar los costos.
Como debe ser un buen negocio esto de dar baile, casi todos los bailarines que han logrado un poco de cartel en la milonga, por una circunstancia u otra ensayan la forma de hacer eso, para usar el conocimiento que tienen en la materia, la idoneidad y al mismo tiempo ganar dinero.
Algunos fracasan, porque no es tan fácil ser empresario, otros continúan luchando, salvando los gastos y los menos son aquellos que tienen su gente que los sigue a través de los años y algo ganan. Sin embargo, el conglomerado que concurre a bailar siempre es el mismo, el aficionado a la danza pertenece a un grupo estable y permanente que de tanto en tanto se desgranan algunos y a su vez se incorporan otros, equilibrando la balanza.
La cofradía de los milongueros es como una familia, siempre concurre donde pasan las mejores grabaciones y por tanto frecuentan los mismos lugares, se logra un conocimiento entre los asistentes, que con el correr del tiempo se troca en amistad, es por esa misma razón, que no se compita más bailando como ocurría antes.
A la falta de los conjuntos orquestales, crea una nueva profesión, que es el disc-jockey, que ordena la manera de pasar los discos, de una forma que regula la danza, pasando música de un ritmo diferente, cada media hora, sin darle preferencia a ninguna, no como antes cuando tocaban las típicas que el 50% era música de tango y la otra mitad era internacional.
Los tiempos cambian, los horarios para danzar son diferentes en la milonga moderna, está anunciada para las 22 horas, pero la mayoría de los asistentes llega después de la media noche, prolongase hasta pasadas las 4h00.
Hay una tónica nueva, las mujeres pagan la entrada en los bailes, cosa que antes no ocurría pues era completamente gratuita.
Ahora hay bailes todos los días sin excepción, antiguamente se le daba preferencia a los días sábados y domingos, por ser días festivos como la gente no trabajaba era mucho más factible la concurrencia.
Carlos Alberto Estévez (Petróleo)
Ególatra por convicción, en el momento en que aprendió a bailar el tango con cierta soltura y dominada una cantidad innumerable de figuras y formas de baile, que lo colocan en un lugar de privilegio dentro de la danza.
Ya se cree el dueño absoluto de los movimientos, que los luce con un tren de superioridad menosprecia. Está convencido que es el rey y no se aviene a ninguna reconvención que te demuestre lo contrario. Porque no es así. Ya que es la vista de los demás la que lo ven y pueden ser árbitros justos, al respecto de la bondad de su danza.
Sin embargo, es indiferente a la opinión de los demás, sale a bailar envanecido de que ostenta galardones del mejor y luce en todas sus danzas la mayor cantidad de arabescos posibles. Está convencido de que, haciendo el máximo número de registros o formas, es el mejor.
Sí por ventura, ejecuta un movimiento que es bueno, no lo luce en todos sus bailes, lo reserva para las grandes ocasiones, jamás lo va a enseñar, tiene miedo de que se lo copien y se lo guarda como una carta de triunfo, para jugarla o, mejor dicho, para usarla en el tapete de sus escenarios en el momento propicio.
Al tango, que es un sentimiento transmisible, lo domina en todas sus formas M cual siente la comunicación, que palpita en él y la vuelca con todas sus fuerzas.
En la milonga, siempre que puede, crea un clima de competición estableciendo un duelo silencioso, con los ocasionales asistentes, mostrando sus figuras, con todas sus florituras y adornos, amontonando movimientos, creyendo que esta manera es la forma más correcta y exacta de danzar.
Siempre va a danzar temas clásicos, de viejo repertorio rítmicamente bailables, siente la necesidad de mostrarse; muy pocas veces baila para él mismo, porque la ostentación y la vanidad le obligan a hacer movimientos exactos para mantenerse en el nivel superior, colocándose en los primeros planos, poniendo todas sus fuerzas y su empeño para mejorar y superarse.
Será siempre milonguero, porque para llegar a ser bailarín, tendrá que recorrer caminos completamente opuestos.
Carlos Alberto Estévez (Petróleo)