Canyengue, voz filológicamente de origen indígena, cuyo significado, según algunos lingüistas, es: desgarbado o cansado. Pero la aplicación que le da el bailarín de tangos a este vocablo no tiene nada que ver con el significado real asignado. Ya que la utiliza para determinar un conjunto de habilidades coreográficas al por mayor con que se baila un tango compadrón, en tiempo de 2x4, desarrollándolo con figuras y movimientos exagerados entre sí ligados y lo más complicados posible, para determinar un grado de cultura tanguística de alta escuela milonguera.
Para ampliar el detalle acerca de la manera exacta de danzarlo: con preferencia se usan las corridas, los cortes, o sea las paradas en seco, cortando el movimiento, como si le aplicaran un freno, se establece con pasos cortos y rápidos, a veces la cabeza rota de un lado u otro, como ayudando a los pies en el decir coreográfico.
Así, ese remarcar de notas de música o sincopado, que se caracteriza por el percutir de las cuerdas, sobre el cuerpo del instrumento, con la ayuda de la palma de la mano derecha (primer tiempo fuertemente alargado y marcado) que llega al oído del bailarín, acentuando el mensaje cuya paternidad y pertenencia, se le atribuyen al compositor y contrabajista de color Leopoldo Thompson.
Pero para el bailarín de tangos, este vocablo no es más que el nombre con que se define una modalidad de la danza, por su sola manera o forma de danzarla.
Carlos A. Estévez (Petróleo)
Aquel jovencito que llegó con su tango añejo, de villa Pueyrredón al barrio de tango nuevo (Monte Castro), donde lo aprendió y lo elevó con su genio, hasta alcanzar cúspides inaccesibles, mezclando sabor con gusto, suavidad con dulzura- en su vuelo raudo de cóndor, en busca de horizontes, altos y estelares, en su ruta tango-danza.